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La Mazmorra Abandon - La mejor selección de abandonware de terror y misterio de la red :: Ver tema - La flor
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Sasel Recién detenido
Registrado: Nov 07, 2012 Mensajes: 9
Publicado: Jue Ene 24, 2013 4:26 pm Asunto : La flor
Imaginaos el paraiso en la Tierra. Una pradera plena de colores delicados, de tenues sonidos armónicos, de fragancias balsámicas, en la previa a la alborada, en el momento que la alondra anuncia la presencia del gran astro y el verde es humedecido por el rocÃo.
A lo largo del dÃa los colores se transforman llegando a ser cegadores. Las voces de los habitantes del lugar se hacen más presentes. Las tórtolas con su incesante arrullo, el ir y venir de los topillos, la liebre en la vuelta a casa después de la aventura con el zorro. Todo un universo heterogéneo, se dispone a disfrutar del milagro del nuevo dÃa, a la voz lejana y quasi militar del gallo.
Durante la misteriosa noche, cuando las poderosas y sagradas estrellas imponen el silencio , la oscuridad acogedora adormece a nuestra heroÃna.
En esta pradera, en este Eden, abrasados por la primavera, relucÃan magnÃficas flores, las cuales jugaban y reÃan mecidas por una agradable brisa. ParecÃan todas muy alegres y contentas pero habÃa una que no lo estaba. No se unió a sus compañeros de juegos aquella mañana porque decÃa no encontrarse bien. HacÃa poco tiempo era admirada por las demás flores por su belleza y vitalidad, su energÃa contagiaba de vida el lugar y pronto muchas quisieron hacerse amigas suyas. Sin embargo ahora estaba triste y apesadumbrada. Ni siquiera el Sol fue capaz con sus rayos de subirle el ánimo. Un saltamontes amigo de ella, que no hacÃa más que saltar de aquà para allá para presumir de sus excelentes patas traseras, observó su inquietante estado y le preguntó:
- Flor ¿Te ocurre algo? ¿Te encuentras mal?
La flor aunque tenÃa en alta estima al saltamontes no querÃa hablar con nadie asi que respondió con apenas un murmullo:
- Estoy bien. Por favor sigue tu camino.
La señora mariquita vió desde su coqueto vuelo a sus dos amigos, el saltamomentes y la flor, y decidió detenerse junto a ellos para saludarles.
- Buenos dÃas muchachos ¿Qué tal estáis hoy?
El saltamontes cuyo don no era el de la discreción respondió:
- Yo muy bien pero algo le sucede a nuestra amiga.
- ¿Qué es preciosa? Yo te veo tan bien como siempre.- Dijo la mariquita a la flor.
- No me pasa nada aunque gracias por preocuparos.- Contestó la flor.
El señor escarabajo que se encontraba dando un agradable paseo saludó a sus tres amigos diciendo:
- Hola señor saltamontes y señora mariquita. ¿Cómo se encuentra usted señora flor? Disfrutando de este dÃa de Sol, ¿Verdad?
Al unÃsono el saltamontes y la mariquita contestaron por ella:
- No.
- ¿Cómo que no?- Preguntó contrariado el escarabajo.
- Está triste, algo le pasa a nuestra amiga.- Dijo el saltamontes.
- ¿Y qué le pasa?
- No lo sabemos. No quiere decirlo.- Apuntó la mariquita.
- Pues habrá que averiguarlo.- Dijo el escarabajo animado por el reto que se le presentaba.
- No parece faltarle agua.- Observó el saltamontes.
- Tampoco veo nada extraño en su polen o en su tallo.- Informó el escarabajo.
- ¡Oh, mirad! Es uno de sus pétalos, se le ha caÃdo al suelo.- Exclamó la mariquita ante el hallazgo.
La flor con un profundo suspiro confirmó que ese era su problema.
- Sin duda es una lástima que se te haya caÃdo este hermoso pétalo pero aún te quedan muchos más. No tienes por qué ponerte asÃ.- Dijo el escarabajo que no entendÃa mucho de flores.
- Sigues siendo la flor más bella de toda la pradera con mucha diferencia.- Dijo el saltamontes intentando animarla con halagos.
- ¿Tú crees?- Preguntó todavÃa apenada la flor.
Los tres amigos sorprendidos le dijeron que sÃ.
- Ninguno de nosotros reparó en que te faltaba nada querida, por algo será.- Dijo la mariquita acariciando el rostro de la flor.
- ¡Dejadlo ya! No se trata de eso.- Dijo la araña escondida en las sombras.- Yo lo và todo. Và como esa bestia de tábano que tiene como pareja le arrancaba el pétalo después de una terrible discusión.
- No es posible ¿Es eso cierto flor?.- Preguntó perpleja la mariquita.
La flor avergonzada por el hecho en sà y por haber mentido a sus amigos se giró para que no le mirasen la cara.
- Ese maldito tábano...¡No tiene ningún derecho a hacerte algo asÃ!
Dijo fuera de sà el escarabajo como si fuese el azote de las injusticias.
- Hacerle eso a una flor indefensa solo puede significar una cosa. Ese bichejo carece de corazón.- Dijo el saltamontes.
- No podemos permitir a ese canalla que ponga otra pata encima de nuestra amiga.- Dijo el escarabajo con decisión.
- ¿Pero qué podemos hacer nosotros?- Preguntó la mariquita con impotencia.
- No hagais nada os lo ruego, si no será aún peor.- Dijo temerosa la flor que sabÃa muy bien como se las gastaba el tábano.
- Algo habrá que hacer, no podemos dejarte asÃ.- Dijo el saltamontes.
- Y eso no es todo.- Dijo la libélula que le gustaba meterse en conversaciones ajenas.- ¿ A que no sabeis a quién he visto con otras flores jugueteando con su polen?
- ¿A quién?- Preguntó indignada la mariquita.- No me digas que...
- ¡Exacto! Al tábano. Lo và con mis propios ojos.- Añadió la libélula orgullosa por su valiosa información.
- No hay más que decir. Ahora mismo hay que denunciarlo a las abejas.- Sentenció el escarabajo.
- ¡No, no, eso nunca! Por favor dejadme que yo sea quién arregle esto.- Suplicó temerosa la flor.
- Pero te arrancará otro pétalo.- Dijo la mariquita preocupada.
- Es cierto, debemos denunciarlo. Es por tu bien flor.- Dijo el saltamontes arrastrado por la corriente de opinión.
La flor más animada y contenta por tener tan buenos amigos los convenció para que le dejasen a ella hablar con el tábano. Le hablarÃa sin miedo y dejándole las cosas muy claras. Les pidió que no se preocupasen por ella y les volvió a agradecer su ayuda. Ya se encontraba mucho mejor. Sus amigos congratulados por las palabras de la flor se fueron satisfechos por haber realizado una buena acción.
Aquella noche dormirÃan mejor sabiéndose mejores personas. Allà dejaron a su amiga la flor despidiéndolos con numerosas reverencias y con una amplia sonrisa. Pero cuando estos se alejaron y nadie la veÃa dejo de sonreir. Temblorosa intentó darse fuerzas a la espera de la llegada del tábano.
Estaba oscureciendo y todavÃa la flor no sabÃa que decirle a su temible pareja cuando llegara. Se sentÃa acorralada, teniendo que hacer algo que no querÃa. Sus amigos involuntariamente le habÃan puesto en aquel compromiso y la pobre flor se veÃa presionada, no a hacerle frente al tábano, ella sabÃa que era imposible, sino a proteger a sus propios amigos de él. No querÃa que actuasen por su cuenta y que alguien más pudiese salir herido por su culpa. Pero la hora ya habÃa llegado y cualquier idea se desvaneció instantaneamente. Un espantoso sonido de alas volando se aproximaba. Otra vez ese nudo en la garganta, esa angustia, ese miedo...El tábano estaba aquÃ. Asomó su cuerpo por lo alto de las flores y dificultosamente lo posó al lado de la flor.
- Ya estoy aquÃ.- Dijo el tábano con voz cruel.
- Ya te veo.- Contestó valientemente la flor con tono firme.
- ¿Ya me ves? ¿Pues qué haces que todavÃa no me has ofrecido tu polen?- Repuso el tábano.
- ¿Dónde has estado todo el dÃa?- Preguntó la flor.
- Eso a ti no te importa. ¿A qué vienen tantas preguntas?- Dijo el tábano desconfiado.- Callate ya y dame polen , estoy cansado.
- No te voy a dar polen.- Respondió con gallardÃa la flor.
- ¿Qué no me vas a dar polen?- Dijo sorprendido el tábano.
- No.
- ¿Y por qué no si puede saberse?
- Pregúntaselo a las flores con las que has estado.
- ¿Quién te ha dicho eso?- Una sombra se cernió bajo los ojos del tábano.
- Como tú dirÃas. ¿Y eso a ti qué te importa? Has estado con ellas ¿Verdad?
- Mira flor, estoy demasiado cansado como para responder a las absurdas preguntas que me haces y que tus amigas te habrán dicho que me hagas.
- Solo tienes que decir la verdad. No es tan difÃcil.
- ¡Con que quieres saber la verdad! Pues te la voy a decir. La verdad es que tu tallo está menos firme, que tu fragancia empieza a apestar, que tus pétalos tienen unos colores chillones y horribles, que tu polen sabe muy mal y que cada dÃa te encuentro más marchita. Esa es la verdad.
Las palabras que con tanta malicia habÃa escupido el tábano se habÃan clavado en lo más profundo del corazón de la flor. Tantas veces habÃa oÃdo cosas parecidas de su pareja que finalmente las creÃa ciertas. Aún asà con un hilo de voz dijo la flor:
- Pero antes no me decÃas esas cosas. Antes me decÃas que yo era una flor única. Me decÃas siempre que me querÃas, que esta pradera podÃa sentirse orgullosa por tenerme a mÃ, que era lo más bonito que en...
- Eso era antes.- Interrumpió subitamente el tábano.- MÃrate. Eres vieja y fea, mientras que yo todavÃa soy joven y fuerte. DeberÃas darme las gracias por seguir todavÃa contigo.
- Entonces déjame.- Susurró con el corazón destrozado la flor.
- ¡¿Qué?!- Preguntó burlón el tábano.
- ¡Que me dejes!- Dijo la flor con repentina energÃa.- Buscate a otra flor que yo ya encontraré a otro insecto que me quiera.
- ¡¿A otro insecto?! ¿En quién te has fijado? ¿Alguno ha venido aquÃ?- Preguntó muy enfadado el tábano que, aunque promiscuo, era muy celoso y perdÃa la razón al imaginarse a otros insectos merodeando por su flor.
- No lo sé...quizás. No te lo pienso decir.- Dijo la flor.
- ¡Uy! No juegues conmigo estúpida.- Dijo el tábano rabioso zarandeando el tallo de la flor.- ¡Dime! ¿A quién has visto?
- ¡Sueltame, me haces daño!- Chilló la flor.
- Si te voy a soltar, tranquila. Asi que te gusta llevar esos horrendos colorines...Te gusta exhibirte ante los demás mientras no estoy. Es eso. Estás dolida y quieres reÃrte de mÃ. Quieres que todos se rÃan. Por ahà va el tábano, el que está con esa fulana ¡¿Eso quieres?! - Gritó el tábano.
- ¡No!- Respondió la flor gritando por el daño que su pareja le hacÃa.
- ¿No? Yo creo que sÃ. Y como creo que sà y no quiero que esto se repita voy a tener que hacer algo. El amarillo, el morado o quizás el rosa...
- ¿Qué vas a hacer?- Dijo la flor asustadÃsima.
- Hacer que aprendas. Vengo aquà muerto de cansancio y descubro que mi flor habla con otros aprovechando mi ausencia.No. Yo te enseñaré a no burlarte de mà nunca más.
Al dÃa siguiente, muy temprano, el saltamontes comenzó con otro recital de geniales saltos. HabÃa gozado de una excelente noche durmiendo tan placidamente como no lo habÃa hecho en años. Su vida estaba exenta de problemas, no tenÃa obligaciones que hacer ni ningún trabajo que cumplir. Se podrÃa decir que era feliz y que sus únicas preocupaciones eran cosas tan importantes como si el Sol brillaba con fuerza desde las alturas para iluminar mejor sus breves vuelos. Pero ese dÃa habÃa nubes, asi que para animarse un poco decidió hacerle una visita a su amiga la flor.
Ya habÃa olvidado lo que el dÃa anterior le habÃa sucedido a su amiga, por eso le impactó mucho su estado cuando la encontró. La pobre flor lloraba lágrimas de rocÃo. Nunca hubo en aquella pradera un llanto más triste que aquel. A los pies de su tallo se hallaban dos pétalos más, arrancados. Era una verdadera pena ver como alguien que deberÃa ser hermosa habÃa dejado de serlo por culpa de otro ser. Estaba claro, el tábano le habÃa vuelto a pegar y esta vez se habÃa ensañado bien con su vÃctima.
- ¡Flor! Pero...pero ¿Qué es lo que ha pasado?- Dijo el saltamontes a la flor aunque él ya supiese la respuesta.
- ¿Qué es lo que va a pasar? Que ese bruto le ha arrancado otro par de pétalos. Yo lo và todo.- Dijo la araña que siempre se hallaba en el lugar exacto a la hora exacta aunque nunca nadie se diera cuenta de ello.
- ¡¿Cómo?!- Exclamó indignado el escarabajo que habÃa oÃdo por casualidad las palabras de la araña.- Si es que ya te lo advertimos, tenÃas que haber avisado a las abejas y nada de esto te habrÃa vuelto a suceder.- Regañó el señor escarabajo olvidándose de consolar a la flor.
- ¡Dios mÃo! Pero ¿Qué es lo que te han hecho querida?- Preguntó uniéndose a la reunión la mariquita.- Tienes un aspecto terr...quiero decir que te han estropeado un poquito. – Concluyó la mariquita el discurso que con tanto tacto habÃa expuesto.
- Lo sé. Estoy horrible. Soy horrible. Por favor, no me mireis.- Dijo sollozando la flor.
- No digas tonterÃas flor, sigues siendo la más bella de toda la...
- No hay que mentir tampoco.- Interrumpió la altiva libélula al saltamontes.- Precisamente porque nunca más volverá a ser bonita es en donde reside la gravedad del asunto.
- Si es que nunca se me hace caso cuando hablo.- Siguió diciendo el escarabajo enojado, reivindicando que se apreciase más a menudo su sabidurÃa.- Bueno, bueno, no dramaticemos. Llamemos a las abejas y asunto zanjado.
- ¡No!- Chilló la flor.
- Lo siento querida pero ese tábano ya ha ido demasiado lejos.- Repuso la mariquita.
- Pero...yo no puedo huir de aquÃ; Él vendrá otra vez y como sepa que he llamado a las abejas...- DecÃa con sumo temor la flor.
- Ellos te protegeran. No debes temer nada. Son los guardianes de la pradera. Si ese monstruo vuelve a molestarte se las verá con ellos.- Dijo la libélula con gran elocuencia aunque no se sabÃa muy bien que hacÃa allà ya que no tenÃa el gusto de conocer a la flor.
- SÃ. Que le den una lección a ese granuja. Armando alboroto por donde quiera que va ¿Quién se habrá creÃdo que es? Siempre me despierta por las noches.- Aprovechó la araña para desviar el tema a sus propios asuntos.
- MuchÃsimas gracias de nuevo amigos por preocuparos por mÃ. –Dijo la flor aún triste pero un poco más reconfortada por tener la suerte de conocer a tan buenos insectos.
- No hay de qué cielo.- Dijo la mariquita sintiéndose aludida ante los agradecimientos de la flor.- Debemos cuidarnos los unos a los otros.
- Ahora mismo llamo a las abejas. Esperad aquÃ.- Dijo la libélula deseosa de algo de acción que sirviera para hacer más ameno su ocioso dÃa.
A los pocos segundos regresó la libélula junto a un par de abejas.
- Muy bien ¿Quién de vosotros necesita nuestra protección?- Dijo una de las abejas.
- ¡Ella!- Señaló la mayorÃa.
- ¿La flor? De acuerdo. Pues a partir de ahora no tiene nada de qué temer.- Dijo la otra abeja hablándole al grupo en vez de a la flor.
- Aún no le hemos dicho de qué tienen que protegerla.- Apuntó el saltamontes.
- Ah ¿No? ¿De qué hay que protegerla?- Dijo la abeja contrariada.
- De un tábano. Su tábano.- Informó la araña.
- Llevamos cierto tiempo juntos pero desde hace...
- Un tábano, vale.- Interrumpió una de las abejas a la flor ignorando sus palabras.- Ya nos tenemos que ir. Un placer señora flor y tranquila, en cuanto se acerque a usted iremos a por él.- Sin más las dos abejas se fueron tan rápido como habÃan venido, con el aval de su propia palabra.
- Ya está. Ya estás a salvo, intenta olvidarte de ese tábano lo antes posible.- Dijo la araña que nunca habÃa estado casada.
- Bueno, yo seguiré brincando no vaya a ser que se me entumezcan las patas. Hasta luego amigos. - Dijo el saltamontes justo antes de dar un enorme salto que lo alejó de allÃ.
- ¡Espera!- Dijo la flor al saltamontes pero este ya se habÃa ido.
- Yo también tengo que irme o mis admiradores se decepcionarán al no verme en toda la mañana. – Dijo la mariquita con una coqueta sonrisa.
- ¿No podria quedarse un poco más conmigo?- Pidió la flor a la mariquita.- No quiero quedarme sola.- Le confesó esta vez en voz baja.
- Lo siento pero...pero tengo que irme, adiós.- Dijo la mariquita sin encontrar excusas que darle a la flor. No conocÃa al tábano pero tampoco querÃa hacerlo.
- Señor escarabajo ¿Usted también se va? ¿No podrÃa acompañarme hasta la tarde?
- ¿Yo? Ya está usted protegida señora.- Dijo el escarabajo al cual le encantaba resolver problemas pero no involucrarse en ellos.- Para eso tenemos a las abejas ¿No? El trabajo es suyo no mÃo.
- Es que pensé que como usted es grande y tiene una fuerte coraza quizás...
Pero antes de que la flor terminara de hablar el escarabajo se marchó ignorando a su amiga. - ¡Qué falta de educación!- Pensó el escarabajo.- A uno lo ven dándose un paseo y ya creen que no tiene nada mejor que hacer en todo el dÃa.
La flor sin saber a quién más pedir compañÃa miró a su alrededor a los dos únicos insectos que todavÃa habÃa allÃ. Desesperada preguntó a su vecina.
- Araña ¿Me harÃa el favor de quedarse conmigo? Al menos hasta que oscurezca.
- Tengo que tejer la mejor de mis redes. Aún no la he concluido con tanto ajetreo. Que si tábano por aquÃ, que si tábano por allá...Ya he perdido mucho tiempo en asuntos que no me conciernen.- Dijo la araña escabullándose entre la maleza.
Con mucha vergüenza preguntó la flor finalmente a la lÃbelula si ella podrÃa acompañarla.
No le gustaba pedirle nada a nadie y menos a una extraña como era la libélula pero no tenÃa más remedio que hacerlo.
La libélula intentó disimular la risa al oÃr tal pregunta. Una vulgar flor como aquella pretendiendo que una magnÃfica libélula pierda su tiempo con ella. El mero hecho de plantearse tal cuestión motivaba sonoras carcajadas. Con la educación que solo los más privilegiados pueden tener le dijo que tenÃa invitados en su laguna para la cena de aquella noche y que hacerles esperar serÃa una descortesÃa por su parte.
La flor resignada a su suerte lo comprendió y la dejó marchar aunque hubiese suplicado por un poco de tiempo de compañÃa. Pero entendÃa que cada uno tenÃa su vida y sus problemas ¿Quién era ella para arrebatarles su tiempo? Solo era una flor. Una vieja y fea flor. Un ser insignificante comparado con ellos.
El resto del dÃa no pudo evitar pensar en la llegada del tábano. ¿Qué ocurrirÃa? ¿No podÃa dejarla en paz sin más? Ella no le habÃa hecho nada malo a nadie, no se merecÃa lo que le estaba sucediendo.
Por la tarde otra vez esa ansiedad, ese pánico al oÃr el vuelo del tábano acercándose. ¿Cómo debÃa recibirlo? ¿DebÃa hablarle o solo guardar silencio? ¿Y cuándo aparecerÃan las abejas?
- Hola. Ya he vuelto.- Dijo con aparente buen humor el tábano.
- Hola.- Se limitó a decir la flor.
- Oye, siento lo que pasó anoche pero sabes muy bien que no me gusta que insinues que has estado con alguien. Yo estaba cansado y lo único que querÃa era descansar. Espero que no te hayas enfadado mucho conmigo. Lo siento ¿Vale? Rociaré un poco de tu polen si quieres.- Dijo a modo de disculpa el tábano.
- No hace falta, gracias.- Contestó la flor.
- Está bien. Hoy he tenido un gran dÃa. DeberÃamos celebrarlo.
La flor miraba con desconfianza al tábano tratando de adivinar sus intenciones.
- ¿No dices nada?- Dijo el tábano.- He dicho que podÃamos celebrar este dÃa.
Pero la flor tampoco contestó nada esta vez.
- No tienes ganas de hablar ¿Eh? No sabÃa yo que eras tan rencorosa. Ya te he dicho que lo siento. ¿Qué más quieres?
- Nada.- Respondió la flor con sumo cuidado en no decir alguna cosa que pudiese molestar al tábano.
- Me estás empezando a cabrear. Estoy de buen humor, te hablo de buenas y tú ahà callada, sin reaccionar, como una imbécil.- Dijo el tábano.
- Lo siento.
- Bueno ya vale. No quiero oÃr más lloriqueos hoy. Si no quieres hablar callate, pero no pretendas hacer que me sienta culpable porque no lo voy a hacer.
La flor hizo caso a su pareja y se calló.
- ¡¿Qué?! ¿Sigues sin decir nada? ¿Pero qué te he hecho ahora?- Dijo el tábano perdiendo por momentos los nervios.
- Tú nada...
- ¡¡¡He dicho que te calles!!!- Gritó el tábano.- Si querÃas verme enfadado, enhorabuena, lo has conseguido. Siempre igual. Amargándome la noche. Estás empezando a hartarme.
Muerta de miedo la flor se mantuvo callada observando como su pareja habÃa comenzado a volar a su alrededor con movimientos agresivos.
- Ahora mismo podrÃa estar pasándomelo en grande con los amigos pero he preferido pasar la noche contigo y ¿Asà es como me lo agradeces? ¿Estropeándomela?
Esperando los golpes que podÃan venir de un momento a otro, la flor permanecÃa quieta, indefensa como siempre ante su agresor. Pero justo antes de que el tábano se decidiera en arrancarle más pétalos se oyó el zumbido de numerosas alas. ¡Eran las abejas! Llegaban en el momento justo para salvarla.
- ¡Eh, tú! Deja ahora mismo a esa flor en paz.- Dijo amenazadoramente una de las abejas al tábano. Éste, perplejo, observaba con detenimiento como una docena de abejas le rodeaba.
- ¿Qué es esto? ¿Qué hacen ustedes aqu�- Preguntó el tábano desconcertado.
- La flor nos informó diciéndonos que usted la estaba molestando.
- Soy su pareja, yo no molesto a nadie.- Dijo indignado el tábano.
- Pareja o no, debemos pedirle que abandone esta pradera por las buenas o por las malas.- Dijo una abeja con rudeza acostumbrada a tratar con toda clase de bichejos.
- Esto no puede ser. Debe tratarse de un error. DÃselo tu cariño. ¿A que tú no has llamado a nadie?- Dijo nervioso el tábano.
La flor, ya salvada, miró hacia otro sitio no queriendo contestar a su pareja.
- Entonces ¡Es cierto! ¡Has denunciado a tu propia pareja a las abejas!- Exclamó atónito el tábano a la flor.- ¡MÃrame cuando te hablo pedazo de...!
Antes de terminar la frase un par de abejas golpearon al tábano y le mostraron sus imponentes agujas.
- Callese y vayase. Sino aténgase a las consecuencias.- Dijo otra abeja.
- ¡No me callo! Esa de ahà es mi flor ¡MÃa! De nadie más ¿Me oÃs?- Gritó colerÃco el tábano.
- Llevaoslo fuera de la pradera.- Ordenó la que parecÃa ser la jefa de las abejas.
Mientras se llevaban al tábano este no cesaba de lanzar espantosas amenazas a la flor.
- ¡Te mataré! Lo juro. En cuanto pueda partiré en dos tu asqueroso tallo. Soy tu tábano y tú eres mi flor, que no se te olvide. Sino estás conmigo no estarás con nadie. ¡Morirás! ¡Te arrancaré...!
Una vez que se llevaron al tábano una de las abejas le dijo a la flor.
- Ya puede estar tranquila. Se han llevado al tábano.
Aún con el miedo en el cuerpo la flor agradeció a la abeja lo que habÃa hecho por ella.
- Muchas gracias. Me habeis salvado la vida. Si no fuera por vosotros probablemente ya estarÃa...
- Disculpe pero tengo muchas cosas que hacer. Hay mucho trabajo en esta pradera. Buenas noches.- Y diciendo esto se fue rapidamente la abeja dejando sola y sin poder expresar su sentir a la flor.
Pasaron unos dÃas desde aquello. La mañana estaba totalmente nublada y a riesgo de que empezase a llover, el saltamontes saltaba velozmente en busca de un refugio adecuado. No habÃa tiempo que perder, debÃa resguardarse lo antes posible.
Quizás la flor supiese un buen lugar en donde pasar el chaparrón. No estaba muy lejos de ella. De paso le harÃa una visita. Ya no era tan bella como antes pero seguÃa siendo muy agradable conversar con ella. El saltamontes llamó a la flor. Le parecÃa extraño no encontrarla. Él no se solÃa equivocar de dirección.
- DeberÃa estar aquÃ. ¿Adónde habrá ido? A ninguna parte, es una flor, no puede moverse. Entonces ¿Dónde está?- Miró a su alrededor y no la vió por ningún sitio hasta que miró hacia el suelo. Un enorme trueno rugió con fiereza desde las alturas y en aquel momento comenzó a llover. En el suelo tirada y marchita se encontraba su amiga la flor, junto al cuerpo inerte del tábano.
Éste cumplió finalmente su promesa. Aquel dÃa las abejas estaban atareadas arreglando su propio panal, asi que nadie acudió a protegerla. Murió a manos del tábano, que viendo el fruto de su fatal acción, decidió quitarse la vida.¡Qué lástima! Una flor tan bonita terminar asÃ. Ese maldito tábano. Ya podÃa haberse quitado la vida antes de quitársela a otro ser, se decÃa el saltamontes. Pero ¿Dónde habÃa estado él mientras tanto? Su amiga necesitaba ayuda y nadie se la quiso dar. Tampoco él. Estaba más preocupado en sus asuntos, que nada tenÃan de importante, que en la flor. Lloró brevemente hasta alejarse dando grandes saltos. Una vez que se resguardó de la lluvia se olvido de la flor y pensó una nueva manera de poder saltar aún más alto.
El agua empapaba el suelo y lo convertÃa en fango. De él surgieron horribles gusanos que inmediatamente rodearon y enterraron al tábano bajo el montÃculo de estiercol en donde yacÃa su cuerpo. Simultaneamente una hermosÃsima mariposa sobrevolaba la pradera majestuosamente sin afectarle las gotas de lluvia que caÃan sobre ella. Los intensos colores de sus alas brillaban intensamente y dejaban un halo de mágicas chispas a su paso. Delicadamente posó sus patas en la flor y se la llevó a las alturas. A un jardÃn imperecedero donde ésta podrÃa ser feliz, mostrando con orgullo su belleza mientras los demás seres la admirarÃan por ser como era y jugarÃan y reirÃan junto a ella para siempre.
A la despedida de los restos de la flor asistieron todos los que la conocieron. La chismosa araña, el aprendiz de fiscal señor escarabajo, el tan valiente como guapo saltamontes, la beata libélula...Cuando se hizo el segundo de silencio propuesto por el hermoso vuelo de la mariposa, algo parecido a unas lágrimas brillaron en los ojillos de los presentes; Algo molesto les hacÃa difÃcil la respiración, como si alguien apretara sus diminutos tórax.
Era su conciencia, que demasiado tarde les decÃa que podÃan, que debÃan haber hecho algo más. Que debÃan haber prestado algo de ayuda, un poco de su tiempo a su amiga, a su vecina, a su cariñosa, bellÃsima, delicada y frágil flor.
Antes de que la multitudinaria reunión se dispersase (Todos tenÃan importantes tareas que hacer, que de nuevo les sumergirÃa en sus grises y seguros mundos) el mismo pensamiento se les vino a la cabeza. Las mañanas serÃan menos coloridas no ya por los hermosos pétalos, si no por la dulce y siempre cálida compañia deLa Flor .
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